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As women artisans in Chiapas, Mexico, work to meet a growing global demand for embroidered textiles they travel outside their homes and earn their own income―transforming their family relationships and identities.

In the Tsotsil and Tseltal communities in Chiapas, Mexico, weaving and embroidering has traditionally been women’s work, practiced in the home and made to be used by the family. As global demand grows for artisanal textile products, women are increasingly venturing outside their homes to sell their products, bringing them in contact with outside commercial actors, providing them with their own income, and leading to a series of transformations in their work practices, relations, and identities.

An understanding of the significance of these changes can only be grasped through context: the context of the homes where women work, the frame of their daily activities, in connection to their aspirations for their children, in relation to the work of their husbands and the stipulations of their clients. This 10-minute video highlights these diverse contexts and relationships as it documents the work of embroiderers from the Tseltal communities of Aguacatenango and El Puerto. The embroiderers, who form part of the collective Malacate Taller Experimental Textil, speak about their work and their lives as they finish a large order from a US-based client.

Spanish Transcript

Toda la semana empezamos al lunes a sábado, nos levantamos a las 3:00 o 4:00 de la mañana para moler maíz y para hacer el desayuno para ir a trabajar los hombres. Y no nos vamos a dormir porque tenemos cosas que hacer. Limpiar la casa, poner a freír frijol, maíz. 7:00 de la mañana empezamos a bordar porque ya estaba limpia la casa.  Ya a las 12:00, empezamos a hacer tortilla. Y llegan los hombres a comer. Ya cuando terminas, lavar los trastes. Ya luego, volvemos a costurar. A las 6:00, a las 7:00 de la noche hay veces lo dejamos o hay veces seguimos bordando a las 9:00, a las 10:00 de la noche. De ahí, volvimos a dormir otra vez.

Casi todo el tiempo y toda la vida costuramos. Primero lo primero, a los seis años es la cadenita, que es el palito donde va la flor. Ya después, el siguiente año, las hojitas.  Después, la margarita. Ya después, el rococo. Y ya el último, pues, armar un blusón.  Y eso tendríamos como 12, ya unos 10 o 11 años para que ya sepas armarlo una.

Pues, es nuestro trabajo. Desde que estamos chiquitas, es lo que nos enseñaron a hacer. Es el bordado.

Como tengo mis hijas que están creciendo, obviamente que son artesanas igual que yo, obviamente van a querer trabajar igual que yo. Aunque ellas estudian y que van a la escuela, pero ya, un ratito se dan su tiempo para bordar. Sí, como todo es armado, la ropa, la falda, todo aquí todo es hecha a mano, pues obviamente tienen que hacer algo así.

Sí me gusta el trabajo este que tenemos ahorita. Ya no es a la fuerza que te tienes que ir y hacer tu esfuerzo para ir a vender y te dicen: “No, no quiero.” “No, no tengo paga.”

Así nos dicen.

Vendemos en calle, sí nos compran un poco pero nada más te compran una y dos, y no nos resulta para nada. En cambio, ese como este, ya por mayoreo tenemos entrega nada más un pedido. Nos conviene también así trabajar.

Sí es bonito también sacar un pedido porque es trabajo fijo. No es necesario que yo voy a ir con el intermediario a ofrecerlo. en cambio este ya es un trabajo fijo. Ya que ya, sí se va a sacar. Como ésta, nunca he hecho. Es la primera vez.  Cuesta más para hacerlo.

Hay más éstas.

Y como éstas, menos  pero igual cuesta. Este lo tenemos que hacer otra cosita así. Como esto lleva más tiempo en hacerlo porque es muy diferente con los otros bordados que hemos hecho. Y este es hacer 10 margaritas y aparte las hojitas y tienen que ir bien pegaditas y hacer tres vueltas de hacer esto.

No conocí yo allá en San Cristóbal. Estoy en casa, todo el día, estoy en casa. Casi yo no salgo en Teopisca, Villa no salgo. Cuando fui primero, ya me sentí miedo porque no salgo pues. Yo sentí que no sé vender, hay veces que no compran.

Antes, los hombres no nos dejan salir. Ni siquiera a ir a traer agua, o hacer los quehaceres, las cosas que tienes que hacer, tus mandados. Son muy celosos.

Ya empecé a salir cuando murió mi marido. Porque antes no salía. Sólo él se iba al pueblo a comprar las cosas. A vender su maíz, su frijol y lo que necesito en la casa.

Yo no salgué, porque yo mantengo a mis hijos, mantengo a mis hijos y  lavo las ropas y bordar. Así me paso el día. Pero desde que se murió mi esposo empecé a salir. A conocer bien lo que es Teopisca, Villa… Antes me perdía también allí. [risas] No sabía dónde ir. Pero ahorita ya me acostumbré. También salir.  Me daba pena, pero… ¡o miedo! Pero ahorita, sí ya me acostumbré. Ya no tengo miedo de salir. Ya, dondequiera que voy,  ya me tengo confianza a mí mismo.

Nosotras nos encargamos de los niños, de la cocina, de la ropa, todo eso. Ellos nada más viven en su milpa y ya. Pero mi esposo poco a poco cambió. Porque yo le dije: Yo no te pido dinero, yo trato de conseguir mi propio dinero. Yo les doy a mis hijos lo que puedo, no mucho, pero sí trato de ayudarte también.

Y de ahí, me empezó a apoyar. La ayuda que nos están dando con estos bordados solamente para comprar nuestros alimentos. Porque no se hace de un día para otro.Y nosotros tenemos necesidad de diario. Ponle que se llevan, lo mucho lo mucho que hacen son dos trabajos en ocho días o en quince días son tres.

Este dinerito no nos puede mantener en un mes, o dos meses. Se acaba también. Lo que ganamos también nosotros en otros lugares pues lo mandamos. Para igual así se vaya acumulando también un poco. Sueños tenemos todos. De poder construir una propia casita.

Hasta nuestros esposos ahorita están lejos por necesidad. Cuando nos juntamos contamos cuánto trabajo va a ir. Y vamos a ir haciendo limpio el trabajo.  A lavar. Y cuando ya está listo vamos a ir avisando ya Lolita cuántos trabajos va ir ya listos. Antes me tocaba todo el tiempo iba yo a dar la cara. Y a mis hermanas ahorita les tocaron ya también.

¡Ah, ya vinieron!

Pásale.

Once medianos…

Algo así me dijeron.

Sí. Tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho…

English Transcript

All week long, Monday to Saturday we get up at 3:00 or 4:00 in the morning to grind corn and to prepare breakfast for the men to go to work. And we don’t go to sleep because we have things to do. Clean the house, put on the beans, the corn. At 7:00 in the morning, we start to embroider because the house has already been cleaned. Then at 12:00, we start to make tortillas. And the men arrive to eat. Then when you’re finished, wash the dishes. And then after, we go back to sewing. At 6:00, 7:00 at night sometimes we stop or sometimes we’re still embroidering at 9:00, 10:00 at night. At that point, we go to sleep again.

We sew almost all the time, our entire lives. First things first, at six years old it’s the chain, the stick where the flower goes. Then, the next year it’s the leaves. After that, the daisy. And then the rococo design. And then finally, putting together a shirt. And for that, you’re like 12, 10 or 11 years old so that you know how to put it together yourself.

Well, it’s our work. Ever since we’re young, it’s what we were taught to do. It’s embroidering.

Since I have my girls who are growing up they’re artisans just like me: obviously they’re going to want to work just like me. Even though they study and go to school, they set aside a little time to embroider. Yes, since everything here, the clothing, the skirt, is put together by hand obviously they have to do something like this.

Yes I like the work we have right now. Now you’re not forced to go out and make the effort to sell where they tell you: “No, I don’t want it.” “No, I can’t pay.”

That’s what they tell us.

Selling in the street, yes they’ll buy some stuff from us but just one or two things and it doesn’t work out for us at all. Whereas work like this, in bulk, we just deliver one order it’s convenient for us to work this way, too.

It’s also nice to fill an order because it’s steady work. There’s no need for me to go with an intermediary and try to sell to him. Instead, this is a steady job. That we’re going to complete. Like this, I’ve never done it before. It’s the first time. It takes more effort to do.

There are more of these. And this type has less but it’s still hard. For this, we have to put another little thing here. This takes more time to do because it’s very different from the other embroidery we’ve done. And for this you do 10 daisies as well as the leaves and they have to be really tight and do three rounds of these.

Before I didn’t know over there in San Cristobal. I’m home almost all the time. I hardly go to Teopisca, Villa I don’t go out. When I first went, I was afraid because, well, I don’t go out. I felt I don’t know how to sell sometimes nobody buys.

Before, the men don’t let us go out not even to fetch water or do chores, what you have to do, your errands. They’re very jealous.

I started to go out when my husband died. Because before I didn’t go out. Only he would go to town to buy things. To sell his corn, his beans and what I need in the house.

I don’t leave because I take care of my kids, I take care of my kids and wash the clothes and embroider. That’s how I spend the day. But ever since my husband died I started to go out. I started to get around Teopisca, Villa… Before I would also get lost there. [laughs] I didn’t know where to go. But now I’ve gotten used to it. Also going out. I was embarrassed, but… or afraid! But now I’m used to it. Now I’m not afraid to go out. Now, wherever I go, I have confidence in myself.

We take care of the kids, the cooking, the clothes, all of that. They just live in their milpa and that’s it. But little by little, my husband changed. Because I told him: I don’t ask you for money, I try to make my own money. I give my kids what I can, not much, but I try to help you, too.

And from then on he started to support me. The help we get with this embroidery is only enough to buy our food. Because it’s not done in a day. And we’re in need every day. Let’s say, at the very, very most, they do two pieces in eight days or three in fifteen days.

That small amount of money can’t support us for one or two months. It runs out. What we also make elsewhere we send it. So that way it starts to add up a little. All of us have dreams. To be able to build one’s own house.

Our husbands are far away right now out of necessity. When we get together we count how many pieces are going to go. And we go about cleaning up the pieces. Washing them. And when it’s all ready we let Lolita know how many pieces are ready to go. Before I was always the one to go and take on the responsibility. And now my sisters have had to, too.

Ah you’re here!

Come in.

Eleven mediums…

You told me something like that.

Yes.

Three, four, five, six, seven, eight…

Authors

Rachel Schaetzel Barber

Rachel Schaetzel Barber is a doctoral student in social sciences at CIESAS Occidente in Guadalajara, Mexico, where she studies the work identities women artisans construct in contemporary labor settings. She is interested in the topics of material culture, social change, and the anthropology of work, as well as the incorporation of documentary and audiovisual methods into ethnographic studies.

Cite as

Barber, Rachel Schaetzel. 2022. “Making It as Embroiderers.” Anthropology News website, July 5, 2022.